Agricultura Intensiva en el Sureste Español.
La revolución técnica, la mecanización y el uso de los productos químicos, tanto fertilizantes como pesticidas, permitieron que la agricultura entrara en un mundo económico dominado por fuertes reglas de mercado. La agricultura intensiva desarrollada de forma especialmente importante en algunas áreas geográficas es un buen ejemplo de esta situación. Los sistemas de producción, el consumo de energía, agua y fitosanitarios y el rendimiento en la producción parecen corresponder a actividades industriales más que agrícolas por lo que en más de una ocasión se ha recurrido al término de agricultura industrial para designar este tipo de actividad (Massaro y cols., 1.998).
El desarrollo industrial con más de un siglo de antigüedad es una fuente inagotable de ejemplos de imprevisión y desaciertos en lo que a protección medio ambiental y salud humana se refiere (García, 1.999). Por ello puede ser un buen modelo de experiencias para no caer en los mismos errores pasados. No obstante esta convicción, los impulsores de la agricultura intensiva parecen estar más preocupados del cumplimiento estricto de las normas establecidas que de la seguridad real de las personas directamente e indirectamente expuestas.
La costa mediterránea por sus características físicas se ha convertido en un buen asiento de las prácticas intensivas agrícolas. El florecimiento de los cultivos bajo plástico en las provincias de Almería y Granada es un buen ejemplo de ello. Este tipo de cultivos exige unos tratamientos especiales tanto de laboreo como de uso de fertilizantes y pesticidas que los sitúa entre las actividades agrícolas de mayor consumo de fitosanitarios.
La superficie de la región andaluza es de 87.268 km2 que corresponde al 17.3% de la superficie de España. Se trata de una región eminentemente agrícola caracterizada por su diversidad en la que frutas y hortalizas representan el 35% de la producción agrícola a pesar de que la superficie dedicada a estos cultivos es tan sólo del 7.7% de la superficie cultivada.
Más del 40% de la producción de hortalizas se lleva a cabo en las provincias del Este andaluza en la proximidad del Mediterráneo donde se desarrolló a partir de la década de los 50 el cultivo bajo plástico, un modelo de producción intensiva con altísimos niveles de rendimiento y cosechas extratempranas. Cerca de 2.800.000 Tm de hortalizas se produjeron en Almería en 1.997, con un 45% del producto dedicado a la exportación (Herrera y cols., 1.998). Las especiales condiciones físicas del medio que cuenta con un elevado promedio de horas de sol al año, la ausencia casi total de heladas y la existencia de acuíferos unto a la creación de un suelo artificial, permitieron el desarrollo de este tipo de cultivos. El éxito del sistema productivo ha originado cambios en la estructura del territorio y del paisaje. Se trata, en definitiva, de una organización de tipo urbano encastrada en un medio agrícola en el que se entrelazan invernaderos y asentamientos humanos y que determina una alta antropización del medio.
La humedad, calidad del aire, temperatura y suplencia de agua son cuidadosamente controladas dentro del invernadero. El uso de pesticidas es habitual y alcanza las tasas de empleo mayores de todas las formas de agricultura. Es habitual una media de 40 kg por hectárea de una mezcla de diversos pesticidas en el cultivo en invernaderos, que aumenta aún más si se considera la desinfección de suelos.
El estudio realizado por Massaro y colaboradores en la zona de invernaderos en la zona del Poniente almeriense puso de manifiesto los siguientes hechos: 1. La existencia de nuevos reparcelamientos con demandas específicas de abastecimientos, viales de acceso y movimiento de desechos particulares. 2. Un alto grado de ocupación y modificación del suelo con costos, insumos y nivel productivo propio de una región industrial. 3. La gran expansión demográfica que ha traído consigo la concentración poblacional en centros urbanos con los cambios administrativos consecuentes (Tabla 1). 4. La aparición de nuevas enfermedades causadas por las intoxicaciones agudas y la exposición crónica a pesticidas y productos químicos empleados en la agricultura.
De forma lenta pero constante, estamos asistiendo a la aparición de publicaciones médicas que recogen de forma objetiva la impresión de los sanitarios e cuanto a los trastornos de la salud en la población del sudeste de la península expuesta a pesticidas.
Las intoxicaciones agudas, como se indicaba anteriormente, están bien documentadas. El excelente trabajo de Martín Rubí y cols (1.996) recogió los casos de intoxicación aguda que fueron atendidos en el hospital de Torrecárdenas en Almería y que necesitaron hospitalización en la Unidad de Cuidados Intensivos. Se trata de la presentación de 506 casos de intoxicación en los que el responsable más frecuente fue un pesticida organofosforados (Metamidofos, clorpirifos y paratión), que desencadenó un cuadro de síntomas colinérgicos - broncorrea, temblores y fasciculaciones, depresión respiratoria y pérdida de conciencia Tan sólo se produjeron un 5% de defunciones. Este trabajo es una buena representación de lo que ocurre en áreas de agricultura intensiva: el trabajador percibe el riesgo de envenenamiento por pesticidas y lo relaciona con la exposición profesional, pero tiene una gran dificultad para asignar un efecto nocivo a largo plazo.
Lo cierto es que los efectos tardíos de la exposición a pesticidas son más sutiles en cuanto a presentación y, por tanto, es más difícil establecer una relación de causalidad entre un único agente químico, o una practica agrícola concreta, y la aparición de un efecto nocivo o enfermedad. A este respecto, es sin lugar a dudas, la demostración real de exposición el primer paso que cualquier estudio debe enfrentarse. La confirmación del uso de un pesticida, su concentración medio ambiental (aérea, en suelo, en aguas o en alimentos) y el contenido en el organismo humano son tres escalones de igual mérito a la hora de investigar la exposición.