Hola de nuevo.
En esta ocasión me gustaría reflexionar sobre el uso de los pesticidas que cada campaña son utilizados en el Llano.
Es evidente que la utilización de estos productos es necesaria para conseguir mejores cosechas y mejores productos, pero debemos ser conscientes de que ese uso no es inocuo y puede suponer a la larga una verdadera ruina para todos nosotros, no ya en el aspecto económico, sino en el de la salud, que es infinitamente mucho más importante, bajo mi punto de vista.
Transcribo a continuación un artículo del profesor Nicolás Olea, Catedrático de Medicina Interna de la Universidad de Granada y Jefe de la Unidad de Radiología del Hospital Clínico de Granada, extraído de Ecoportal.net (con licencia CC) y que podéis visitar en este enlace.
Es un poco largo y extenso, pero creo que merece la pena echarle un vistazo. Espero que sea de vuestro interés y que de algún modo nos haga reflexionar a todos sobre este asunto.
Informe Agricultura y Salud.
Pesticidas, Plaguicidas, Fitosanitarios, Agroquímicos
18/02/02 Por Nicolás Olea
Las consecuencias de la exposición a pesticidas sobre el desarrollo y la funcionalidad de diferentes órganos y sistemas no es bien conocida, pero abarca desde alteraciones neurológicas, reproductivas, endocrinas o inmunológicas, a fracasos funcionales y alteraciones importantes del comportamiento.
Introducción.
Es un hecho frecuentemente reseñado, que la producción agrícola mundial está creciendo en términos generales, y que se espera que en los próximos años siga esta tendencia (Dyson, 1999). También es cierto que el aumento de la producción agroalimentaria es un fenómeno universal y que son los países más deficitarios los que han visto crecer sus cosechas de forma más llamativa. Se ha referido que entre 1.961y 1.994 este crecimiento fue firme y continuo para la mayoría de los países y alcanzó las máximas cotas en algunos países africanos que vieron como se duplicaba la producción agrícola. No obstante, durante esos mismos años las tasas de crecimiento de población en muchos de los países subdesarrollados y en vías de desarrollo han sido mayores que en periodos precedentes, por lo que es presumiblemente que el incremento en la producción agrícola local, si bien importante, no pueda compensar la demanda. Además, los expertos han detectado que el ritmo de crecimiento productivo está sufriendo una continua desaceleración, de tal manera que los más pesimistas auguran un fuerte desequilibrio entre la producción de alimentos y el incremento de la demanda, que conduciría, en un tiempo no demasiado largo, al incremento de las poblaciones muy insuficientemente abastecidas (la alimentación y la agricultura, Recursos Mundiales, 1.997).
Un análisis pormenorizado de la situación actual y de las perspectivas para años venideros indica que, en parte, la solución al grave problema de la producción alimentaria y el suministro a las oblaciones más deficitarias pasa por una mejor distribución del producto. Desde este punto de vista el incremento productivo si bien necesario, no lo es todo y la atención debería prestarse también a facilitar el acceso de los alimentos a los más necesitados. De hecho, cuando se comparan la superproducción de excedentes impuesta por las reglas de mercado y el fracaso en la inducción productiva en áreas geográficas subdesarrolladas las desigualdades regionales son alarmantes.
En el incremento en la producción agrícola se aducen, por parte de los expertos, varias razones entre las que se encuentran el uso de nuevas variedades de semillas y el empleo racional de agua, a las que se encuentran el uso de nuevas variedades de semillas y el empleo racional de agua, a las que se añaden el empleo de fertilizantes y el uso cada vez más frecuente de pesticidas. En este sentido es interesante advertir que la investigación agrícola de estos años ha estado dirigida al estudio del aumento de la producción y la reducción de costes en el procesamiento de los alimentos y ha olvidado, hasta muy recientemente, los aspectos relativos al impacto ambiental, comercial, social, económico o cultural de las diferentes técnicas y modelos agrarios propuestos (Groome, 1998). En general, se admite que el aumento en la producción global podría venir de la mano de una o varias de estas estrategias:
· El incremento en la superficie dedicada a la agricultura.
· El aumento del rendimiento de las cosechas.
· La mejora en las prácticas agronómicas.
· La mayor eficacia en el uso del agua.
. La reducción de pérdidas después de la cosecha.
Se ha referido igualmente, quizás no con demasiada frecuencia, que algunas de estas intervenciones pueden ser autolimitantes en si mismas y que aunque permitan incrementar sustancialmente la producción, y así compensar la demanda creciente, su coste indirecto pudiera no ser asumible (Muñoz E, 1.998). Desde el punto de vista medio ambiental y humano se ha percibido que algunas de las acciones propuestas tienen consecuencias negativas sobre medio ambiente y, directa o indirectamente, sobre salud humana. Quizás el ejemplo paradigmático sea el caso del empleo abusivo de productos químicos de síntesis, como fertilizantes y plaguicidas, que con frecuencia han contaminado suelos, acuíferos, animales e incluso el propio ser humano. Es cierto que el coste en salud no es bien conocido debido, de una parte, a la inespecificidad del efecto patológico y al tiempo de latencia transcurrido entre exposición y la manifestación de los síntomas, de otra, a la universalidad de la exposición que no permite identificar hoy día poblaciones lbi8res del residuo de pesticidas.
La exposición humana a los pesticidas es un hecho bien documentado durante los últimos treinta años, si bien sus consecuencias reales empiezan a entreverse ahora en que más de una generación ha sufrido ese acoso medio ambiental. Frente a la información, relativamente rica, de los efectos agudos de los pesticidas obtenida del estudio detallado de casos de intoxicación generalmente de trabajadores profesionalmente expuestos, llama la atención la parquedad de datos sobre los efectos a largo plazo de tal exposición. Las consecuencias de la exposición a pesticidas sobre el desarrollo y la funcionalidad de diferentes órganos y sistemas no es bien conocida, pero abarca desde alteraciones neurológicas, reproductivas, endocrinas o inmunológicas, a fracasos funcionales y alteraciones importantes del comportamiento (Olea y cols., 1.996; Parrón y cols. 1.996).
Los trabajos sobre incidencia y mortalidad por cáncer en las poblaciones agrícolas son bien conocidos y llevan décadas repitiendo unos pocos hechos bien documentados (Para una revisión ver Maroni y Fait, 1.993). el riesgo de muerte por cáncer en la población agrícola es superior a la población general para algunas localizaciones tumorales como los tumores cerebrales, el cáncer de pulmón, ovario y próstata, los sarcomas de partes blandas y algunos tipos específicos de leucemia. No obstante esta tendencia, la mayor dificultad se ha encontrado a la hora de establecer una relación de causalidad entre la exposición a un compuesto químico determinado y el riesgo de padecimiento de cáncer. Estos inconvenientes son aún mayores cuando los epidemiólogos se enfrentan a la falta de información en la clasificación de la población expuesta, que, por ejemplo, impide identificar la actividad laboral de la mujer trabajadora a través de los registros de defunción (López Abente, 1.991).
Es cierto que algún progreso se ha hecho en los últimos años debido a la atención centrada en el estudio del efecto sobre la población general de pesticidas de gran uso como es el DDT. La exposición crónica a DDT y el acúmulo en tejido graso de sus metabolitos se ha intentado relacionar, sin demasiado éxito, con el incremento de casos de cáncer de mama. Desgraciadamente estos trabajos se han limitado a tipificar la exposición humana a uno, o unos pocos, compuestos químicos a los que ingenuamente se ha atribuido toda la sospecha en la asociación compuesto químico-cáncer y se han "olvidado" de la infinidad de compuestos químicos con características similares a los que esos individuos han estado expuestos y para los que parece no existir forma de evaluación (Fernández y cols. 1998). Los conceptos de sinergismo, aditividad o antagonismo, racionales desde el punto de vista teórico, rara vez son considerados en el diseño real de los estudios ambientales, debido en parte a la dificultad de su implementación.