Pesticidas, Plaguicidas, Fitosanitarios, Agroquímicos
Los pesticidas sintéticos son un grupo muy diverso de sustancias químicas que incluyen los insecticidas, fungicidas, herbicidas, acaricidas, molusquicidas y rodenticidas. Se cuenta hoy día con aproximadamente seiscientos ingredientes activos que se combinan entre sí y con los llamados ingredientes inertes para dar una amplia oferta de mezclas comerciales con muy diferentes usos y aplicaciones domésticas y agrícolas.
El término pesticida tiene connotaciones muy diversas que vale la pena considerar brevemente. De un lado es preciso recordar que junto a los ingredientes activos se encuentran los isómeros y metabolitos de estos compuestos que pueden ser responsables de efectos biológicos no sospechados para el compuesto nominal reconocido como principal.
En segundo lugar, la propia consideración semántica del término, el cual ha evolucionado desde su inicial nombre de pesticida (aniquilador de "pests"), cuya mejor traducción es el término plaguicida, que nos ha llevado, insensiblemente, a la transformación semántica en "fitosanitario", "compuestos químico agrícolas" o "agroquímicos" y que llega hasta el más actual de "producto que protege la cosecha" (crop protection chemical). Términos promovidos por la industria química productora que ve en el cambio de terminología una aproximación más amistosa al medio ambiente. No es sorprendente, por tanto, que estas compañías que durante años han producido insecticidas estén cambiando su imagen de biocidas y se presenten ahora bajo la bandera de las "ciencias de la vida".
Si además se considera que otros compuestos como son los preservativos de maderas, los reguladores del crecimiento de las plantas, los defoliantes y desecantes, también se incluyen dentro de un grupo genérico de fitosanitarios, es fácil entender que el término pesticidas, fitosanitario o compuesto químico agrícola es lo suficientemente amplio como para no permitir las eneralizaciones a las que estamos acostumbrados.
La era de los pesticidas químicos comenzó en el siglo pasado cuando se desarrollaron los sulfuros y se encontró una aplicación práctica como fungicidas. Posteriormente fueron los compuestos arsenicales los que se emplearon para el tratamiento de las plagas de insectos en la producción agrícola. En ambos casos se trataba de sustancias de una elevada toxicidad lo que limitó su empleo generalizado. Fue en 1.940 cuando aparecieron los primeros pesticidas organoclorados que tienen su máximo exponente en el dicloro difenil tricloroetano o DDT. Se emplearon tanto en los tratamientos agrícolas como en el control de plagas vehiculizadas por insectos portadores. Ya que, en principio, estos organoclorados presentan baja toxicidad su empleo se vio enormemente favorecido y ocuparon una posición dominante entre os pesticidas químicos de nueva síntesis.
En 1.962 tras la publicación del libro de Rachel Carson, La Primavera Silenciosa, se extendió la idea de la persistencia en la cadena alimentaria de los pesticidas organoclorados que unido al conocimiento de la toxicidad reproductiva en algunas especies animales atrajo la atención pública sobre estos compuestos hasta ese momento considerados inocuos. Pronto se supo que algunas especies animales que habían acumulado gran cantidad de DDT y derivados presentaban graves fallos reproductivos lo que condujo a la prohibición del empleo de algunos organoclorados, hecho que ocurrió en 1.972 para el caso del DDT en EE.UU. y que supuso una de las primeras intervenciones de la recientemente creada Agencia de Protección del Medio Ambiente.
La vida "autorizada" del DDT fue de treinta años, si se cuenta desde su comercialización hasta el fin de su empleo legal, tiempo excesivamente largo para un compuesto que ha demostrado ser bioacumulable y tóxico. Durante este tiempo el acúmulo del pesticida en suelos, acuíferos y en la cadena alimentaria es tremendamente significativo, de tal manera que haya hoy día población humana, por ejemplo, que no contenga niveles significativamente importantes de DDT y sus derivados acumulados, debido a su solubilidad en grasas y depósito en el tejido adiposo. Además, si bien su empleo está restringido o prohibido, lo cierto es que su producción y venta en países en vías de desarrollo es libre, ya que se emplea de forma habitual para el tratamiento de plagas vehículo de organismos infectivos.
No obstante su regulación estricta, aún existe un comercio para los organoclorados ya sea porque su uso está restringido a aplicaciones específicas o porque extrañamente no se han clasificado bajo esta denominación genérica. Tal es el caso del endosulfan, un derivado diénico con seis átomos de cloro en su estructura molecular, cuyo empleo en los países del sur de Europa lo sitúa en las más altas cotas.
Relegados a un segundo lugar los organoclorados, los principales pesticidas utilizados hoy día en los países desarrollados pertenecen al grupo de los organofosforados, carbamatos y piretroides. Se trata de compuestos químicos con una vida media mucho más corta que los organoclorados, de tal manera que no se acumulan en el tejido adiposo. A estos se unen nuevos compuestos que se desarrollan por la industria química de síntesis, la cual, como declaro recientemente uno de sus portavoces, se encuentra comprometida con el desarrollo sostenible en la producción agrícola. De hecho, la extensión de este compromiso ha traído consigo una polémica entre industria, reguladores, medio ambientalistas y científicos que parece no haber hecho más que empezar (Durán y cols., 1.998).
Las compañías líder en agricultura han declarado emplear anualmente más de 3 billones de dólares en investigación y desarrollo (Samo 1.997). Nuevos pesticidas con menor impacto medio ambiental y el desarrollo de las plantas modificadas genéticamente son el blanco de gran parte de esta actividad. No obstante, prácticas tan simples como el reconocimiento y aislamiento del isómero activo dentro de una mezcla comercial ha propiciado la reducción en un 50% de la cantidad total de fungicida utilizado sin pérdida en la eficacia del tratamiento. Otros ejemplos son frecuentemente aireados por los responsables de comercialización de las grandes compañías que se debaten entre el cambio de imagen pública y el mantenimiento de las ganancias a pesar de la gran inversión en nuevos compuestos.
Paradigma de esta crisis medio ambiental es la polémica establecida, primero en Europa y trasladada posteriormente a Estados Unidos, cuando la industria se enfrenta a las indicaciones de los organismos reguladores que han encontrado en el Principio de Precaución un asidero conceptual para actuar preventivamente ante innovaciones técnicas no bien evaluadas desde el punto de vista de la salud humana y el impacto medio ambiental.