La personificación alegórica de la Dama de la Justicia, se debería quitar la venda de los ojos y ver qué está ocurriendo con la mujer.
La diosa Maat bien podía haber equilibrado la balanza y no dejar caer todo el peso sobre sus congéneres femeninas. Es paradójico que se personifique la Justicia en una mujer, cuando la más injustamente tratada a lo largo de la historia ha sido precisamente la parte femenina de la población.
En el año 202 dos mujeres cartaginesas fueron condenadas a muerte; serían de las primeras en una larga y trágica lista.
Una era de familia adinerada y culta, la otra era su esclava. Su pecado fue el de ser cristianas y lesbianas.
Perpetua y Felicitas murieron en el coso de los leones cartaginés.
En marzo del año 414, Hipatia fue brutalmente asesinada por ser mujer, matemática y pagana. No hubo justicia en el esclarecimiento de su muerte y Alejandría lo pagaría para siempre. A partir de aquí comenzaría un largo y tortuoso camino de ejecuciones. Unas amparándose en la justicia y otras a manos de verdugos a los que esa misma justicia trataba casi con indiferencia... así hasta nuestros días.
La justicia es la virtud más excelsa pensada por el hombre y orientada hacia el equilibrio y la esperanza emocional. Sin embargo, la supremacía del hombre hace posible que en todos los ámbitos sociales, el papel desempeñado por la mujer sea de menor importancia que la de su homólogo masculino. Aun hablando de justicia, de familia, de ciudadanía, de trabajo o de propiedad, la discriminacion de genero es patente.
Incluso en la vida y en la muerte, el hombre dispone de ese privilegio de elección. La mujer da la vida y suele ser el hombre el que la arrebata.
Y la justicia sigue sin reaccionar y si lo hace, la tibieza de las condenas cuestiona la imparcialidad que deben tener.
En 2014 hay una cifra, un número que sigue dejando dramas familiares, menores huérfanos y familias rotas. Una cantidad alta, muy alta: Cincuenta y una víctimas de violencia machista ha dejado 2014 para la historia de esta lacra.
Parece una irónica paradoja que sea una mujer la que haga honor a la Justicia. Ella que se venda los ojos, ella que quiere mantener en equilibrio esa difícil balanza entre el bien y el mal... y ella, que sostiene en sus manos el pesado símbolo, con doble filo de la razón.
Pero se queda en eso, en una contradicción de intereses. La mujer siempre perderá, si la mano que le quita la vida no recibe su ars iuris.
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