Hay un impedimento psicológico llamado Interdicción lingüística para la utilización de ciertas palabras consideradas tabúes debido a factores de tipo social, cultural o existencial que provocan asociaciones mentales ingratas. A consecuencia de esta dificultad se tiende a sustituir la palabra innombrable por otra que no recuerde a la palabra vetada.
Las palabras tabúes al ser sustituidas no permiten una clara definición de su significado y cuando son expresadas tienden a la confusión o al olvido, que es lo que realmente se pretende.
Pero no hay que engañarse, por más que se sustituyan las palabras por otras de nuestro agrado, en realidad solo hay una manera de denominarlas: por su nombre original.
También el eufemismo puede hacer las veces de catalizador de las palabras políticamente correctas...o incorrectas. Pero el fin es el mismo, el cambio en la mención de una palabra o un nombre que se quiere olvidar o no recordar.
Cambiar nombres propios igualmente puede ser un acto de interdicción lingüística. A lo largo de la años los nombres de las calles suelen actualizarse, las plazas también se renombran con el tiempo, los aeropuertos, los hospitales, los comercios, incluso los pueblos cambian su nombre. Aún así, se tiende a recordar la anterior denominación.
Unas veces porque el uso continuo suele hacer más fácil la dicción del anterior nombre; en otras ocasiones porque gusta más el nombre antiguo que el moderno... Todo es cuestión de semántica, política por supuesto.
Lo que puede ser ilógico es cambiar el nombre por esa dificultad psicológica que nos impide un razonamiento sensato y ético. Como diriamos por estas tierras “por condinga”.
Quizás lo que lleve a una persona a cambiar el nombre de un acto importante, sea el utilizar el pensamiento atávico hasta extremos demenciales. El prejuicio, el preconcepto, el capricho o la imposición, le hace perder la capacidad de ver, de oír, de razonar y lo aísla. Donde debería haber pensamiento universal, antagónico del pensamiento atávico, hay falta de nuevos horizontes que impiden desprenderse de creencias falsas concebidas a lo largo de años de aversión hacia lo que no puede controlar.
Sin embargo, poco a poco la brecha por la que se va filtrando la renovación, hará posible que las interdicciones lingüísticas formen parte del pasado.