En una cálida tarde de otoño, José Carlos Rosales se acercó hasta Zafarraya, para mostrarnos de viva voz su dilatada trayectoria como poeta.
Granadino desde noviembre de 1952, cuando decidió venir al mundo, es licenciado en Filologías Hispánica y Románica y miembro de la Academia de las Buenas Letras de Granada.
Ha ejercido el periodismo y ha sido crítico literario en distintos periódicos de tirada nacional. Además ha trabajado como profesor y catedrático de Lengua y Literatura Españolas.
Su primer libro de poesía se publicó allá por 1988 “El buzo incorregible” seguido de “El precio de los días” 1991, “La nieve blanca” 1995, “El horizonte” 2003, “El desierto, la arena” 2006, o la antología poética “LIbro de faros” 2008, hasta “Poemas para Milena” Premio Internacional de Poesía “Gerardo Diego”, entre otros.
Agradecido por el éxito de audiencia que encontró, con una mayoría femenina, como suele ocurrir en estos actos, donde curiosamente, el poeta suele ser un hombre y sin embargo, la afición es mayoritariamente femenil.
Pero estábamos los justos y necesarios para disfrutar de una muy agradable tarde poética.
Sus poemas son reflexivos y quizás algo desencantados, pero lúcidos y reales. Hablan del miedo, de ese miedo humano al paro, a la enfermedad, a la posible desaparición de una persona, a lo desconocido… no obstante, los poemas de Rosales destilan ese optimismo que deja al lector escoger el camino que quiera seguir según la lectura que cada cual desee hacer.
Las metáforas son habituales en sus versos, así, nos podemos encontrar con nieve que cubre de blanco paisajes posiblemente negros, con desiertos vacíos de espejismos, con arena que borra los pasos de la vida, con frisos de casas de algún país sin bandera. Poemas de silencios de miedo que no son silencios, que acaban diluyéndose.
José Carlos Rosales nos dijo que una persona no es nadie si está sola, pero sus poemas dicen que hay nubes solas y heridas, sangre sola, escondida...
Se dió cuenta que sus poemas de amor, eran distintos a las clásicas poesías amorosas, presentes y pretéritas, esa es la diferencia que marca el trabajo de este granadino con otros poetas que dedican gran parte de su obra al embeleso pasional.
Personalmente agradezco en la poesía de José Carlos Rosales, la ausencia de ese dulzor empalagoso que suelen tener los versos de amor. Estas odas de adoración hacia la persona amada, Rosales las describe con maestría, haciendo real y cotidiano los versos dedicados al afecto hacia otra persona.
Algo curioso de sus poemas de amor: todos transcurren durante el día, la noche y sus misterios entre amantes los deja a la imaginación del lector.
No es igual leer un poema sin sonidos o con los susurros que la mente del lector emite, a tener el placer de oír con la voz del autor la poesía recitada. El poeta nos dedicó una extensa muestra de su obra ante un público silencioso pero totalmente entregado.
Nos dijo que terminar un poema no es fácil, pero una vez concluido y el placer de compartirlo da felicidad. Nosotros nos sentimos agradecidos y contentos de compartir con él una tarde cálida en el más amplio sentido de la palabra, entre poemas y amigas y amigos de otros talleres de lectura.
Y rodeados de libros en el entorno especial de la biblioteca, nos despedimos de José Carlos Rosales, con la esperanza de otra visita, a ser posible no muy lejana.