La dignidad de una persona desaparece cuando sus principios dejan de tener coherencia con sus actos. Hay casos de este pundonor que llegan al melodrama o a situaciones patéticas.
¿Puede una persona con una trayectoria profesional e ideológica, dejarse utilizar sólo por animadversión personal hacia algo o hacia alguien?...
Puede.
Si además fuese una persona que disfrutara con ello, disfrutaría, pero su incapacidad para gozar, incluso con lo más simple, es terreno conocido para él o ella. La cuestión es que su deteriorada autoestima no le deja saborear la vida en su máxima expresión y la amargura y el resentimiento no deja espacio para algún sentimiento amable. La inquina que siente hacia todo aquello que escapa a su control, le niega la tranquilidad y paz que su alma necesita.
Pero llega un momento que toda esta poesía, deja de hacerle justicia. Este tipo de mujeres y hombres no aceptan negaciones, no admiten otros figurantes que puedan eclipsar su reinado fingido, un imperio que oculte sus dudas y complejos. Necesitan que le rindan pleitesía para poder enriquecer su descompuesta existencia.
Además llegan a ser malvados, parecen ir en el hombro de sus víctimas insuflando en sus oídos iniquidades para su propio beneficio. Los ingenuos servidores caen en la red de sus manipulaciones, débiles ante la llamada de la mente malpensante y tergiversadora, acaparador o acaparadora de sus mentes pusilánimes.
Donde menos se imagina, hay un espécimen con estas características. Se solapa entre seguidores leales y sólo hace acto de presencia, cuando un interés insidioso permite que su objetivo para confabular sea necesario.
No nos creamos que hay que recurrir a la ficción para encontrar activistas de la vileza y la animadversión; pueden y de hecho están, a la vuelta de la esquina, detrás de una ventana, en la casa de al lado o frente a tí.
Al acecho ante cualquier movimiento que crea oportuno para el asalto, aunque no derribo, de la víctima elegida. Para que haya derribo, tiene que haber inteligencia y estos individuos carecen de tan preciado don.
No voy a demorarme más en “alabanzas” hacia personas que llevan estampadas en su rostro, las partes pudientes de aquellos a los que antes despreciaban, mas ahora reverencian.
Pero esto es pasajero, no nos engañemos: Esta actitud de exaltamiento, es como un himeneo de provecho mutuo, que como suele ocurrir en estas alianzas desnaturalizadas, el idilio acabará en divorcio y la dignidad de estas personas quedarán dañadas irremediablemente.