Cuando entro en el Llano por el Boquete de Zafarraya, dejando atrás los pueblos blancos de la Axarquía, me da la bienvenida la luz que enciende la noche, en ese paso natural entre Málaga y Granada.
Dejando aparte el impacto medioambiental que supone la luz artificial en un entorno de montaña, los focos permiten tener otra visión, casi irreal, del Boquete, pero también sentir una sensación de calidez, de acogida, que da paso a un oasis en peligro.
Noto cierto abandono, dejadez... posiblemente por el final de la cosecha, donde aún quedan restos de una, casi desastrosa, campaña.
Giro hacia Zafarraya, y en la distancia puedo ver el pueblo, y en el punto más alto su emblemática Iglesia Vieja. Se ve con claridad...también está iluminada.
Se ve fantástica desde cualquier lugar de Llano....¿Oigo taconeos y los acordes de una guitarra? Me imagino los colores de la falda y las enaguas de la bailaora. Un quejio rasga la noche con el lamento de una seguirilla. Mis pasos me acercan, quieren llegar a la que no llego a ser iglesia. ¿Y la guitarra? Cede el silencio de la noche a los versos leídos con pasión y también con timidez, por algún vecino de las chozas, dejando que las letras de Lorca entren en los recovecos de piedra.
Se diluye la palabra...Pero no, ahora entre los arcos cansados, se alza un escenario, donde se dará vida a alguna historia, quizás repetida muchas veces, pero trabajada como si fuese la primera representación.
Aplausos, oigo aplausos, llegaré a tiempo de ver alguna obra de teatro, de oír algún verso, de embelesarme con un cante....
Pero la luz está apagada, hace tiempo que no se ilumina el cielo del Llano. La Iglesia Vieja está en silencio, sombría.... esperando que el Dios de la luz eléctrica le de vida.