Cuando nunca se ha estado, es difícil desaparecer, pero cuando ya no se está, la desaparición es más llamativa.
La invisibilidad es otra cualidad que se puede tener en cuenta cuando la desaparición hace acto de presencia.
Pero, desde luego, aprovechar la desaparición queriendo parecer invisible, supongamos que para poder actuar con ocultación y alevosía, lleva a la conclusión alarmante de que cuando la desaparición deje de ser tal, las consecuencias tendrán un cariz vindictariano.
La desaparición puede tener distintos motivos de ser, a saber:
La ausencia que puede estribar en la falta de noticias y en el desconocimiento de la causa que lo ha producido. Cuando la personalidad del ausente se incluye en los llamados absolutismos, es razonable que con la desaparición de la realización de este régimen, el ausente se ausente de la ausencia de su autoridad omnímoda.
La ocultación se puede producir cuando el ocultado pasa de observado a observador, así su situación de desaparición le lleva a un estado de enajenación imperecedero.
La extinción o pérdida de una calidad, lleva a la desaparición del desaparecido por causas como acciones ineficaces o por insatisfacción de los observadores.
La incapacidad de superar una dificultad o un inconveniente, tiene como resultado la desaparición del observado, lo que hace que el autoritario genere una importante hostilidad hacia los observadores.
Todo ello nos lleva a conclusiones contradictorias, ya que si la desaparición es voluntaria, pero no justificada, la ausencia del desaparecido suscita interpretaciones dispares, agradecidas o reconocidas, censurables o reprobables. En cualquier caso evidencian un cambio de predisposición comparable al desequilibrio electroquímico de los neurotransmisores cerebrales.
Es por ello que la desaparición o ausencia del desaparecido o ausente, no es casual en el caso que nos ocupa, es parte de la actitud previsible de quien quiso ser y nunca fue.