Nos esforzamos por aprender otros idiomas, y nos olvidamos de conservar el nuestro.
Es fundamental, para obtener un título universitario, tener un nivel aceptable de un idioma, sin importar cual es el nivel que tenemos del propio, esto lleva a incongruencias tales como saber decir buenos días en inglés, por ejemplo, pero no saber distinguir entre a ver y haber.
Las redes sociales tienen gran culpa de este crimen lingüístico, ya que se tiende a estresar las palabras, a reducirlas hasta niveles ininteligibles.
La lengua española o castellana, como cada cual quiera llamarla, más allá de ambigüedades territoriales, es rica en matices, en acepciones múltiples que incrementan su valor y hacen de ella una gran cultura gramatical, donde antaño no se ponía el sol en los lugares donde era hablada.
Sin embargo, preferimos expresarnos en otro idioma, incluso entre nosotros, quizás queda más cool, pero desde luego no más culto.
En la actualidad nos topamos con que todo el mundo habla con todo el mundo, otra cosa es que nos expresemos bien, o nos entendamos. Eso es altamente complicado.
Fundamentalmente por dos motivos:
Primero, porque la lengua de Cervantes va acompañada de gestos, miradas, silencios… y esto las redes sociales, por muchos neologismos emocionales (emoticonos) que se utilicen, jamás se podrá sustituir por una conversación cara a cara, con un café o un vino delante, alentando la charla, mirando, gesticulando o callando.
El ¡qué pasa! de toda la vida, ahora llamado whatsapp, ha dado lugar a una red tan tremebunda, que a veces hace más mal que bien. Se puede estar comunicado con el resto del planeta, pero se está sólo, peor aún, se crean conflictos en conversaciones a través de esta red, que difícilmente tienen solución. Ha de haber un acercamiento personal, un intercambio de miradas, gestos y silencios, para que el desenlace de la malinterpretación de las palabras, sea positivo.
Y segundo, porque se están recortando de tal manera las palabras, que se podría decir que volvemos a la escritura de signos, a los jeroglíficos. No se es más guay por saber simplificar las palabras, se es más listo si sabes parar a escribir la frase completa.
Se avanza en la era digital, pero se retrocede en la lengua escrita y hablada. Se mezclan palabras en varios idiomas para formar frases sin sentido, y se olvidan conceptos, se denosta nuestro pasado hablado y escrito, para dar uso a otros términos, que nada tienen que ver con el idioma.
Hay un pajarillo que vuela sin descanso, intercambiando palabras y expresiones que difícilmente se pueden explicar en ciento cuarenta caracteres, recortando sin pudor lo que cuesta tanto aprender, y aún así es el rey de la comunicación actual. Igual te puede encumbrar por tus palabras, que te puede llevar a prisión por esas mismas palabras.
Pero eso es ya otra historia de palabras, de obra y de omisión.