ORIGEN DE LA VILLA DE ZAFARRAYA
La Dehesa de Zafarraya es disputada durante la edad Moderna entre Corona, municipios y particulares, que ansiaban un terreno rico en pastos, encinas y bellotas y abrevaderos, esencial para el pasto invernal de los animales. Vélez y Alhama mantienen una enconada disputa a la que se une el Marqués de Mondéjar que reclama a la Corona su titularidad. A estas pretensiones se une la propia Corona, que a inicios del siglo XVII declara el territorio de propiedad real, momento en el que sabemos que pastaban más de 60.000 cabezas de ganado sólo de la parte de Alhama. No obstante, los municipios de Alhama y Vélez no cejan en su empeño y finalmente consiguen en 1745 que se les conceda la dehesa como terreno de Propios. Pero quizá estas últimas pretensiones estén motivadas por las continuas roturaciones y asentamiento de nuevas poblaciones provenientes de los pueblos vecinos de Málaga, como Alfarnate, siendo este el origen de las poblaciones modernas de Zafarraya y El Almendral.
De hecho, las disposición de Carlos III de 1767 que permitía iniciar la roturación de aquellas tierras aptas para el cultivo no venía sino a sancionar una situación de hecho, y de gran singularidad en la historia andaluza, pues posiblemente ya antes de las reformas ilustradas y el Informe de Ley Agraria de Jovellanos, desde inicios de la centuria o tras la Guerra de Sucesión se iniciara un asentamiento silencioso y continuo de la Dehesa y el Puerto de Santamaría.
A estas alturas y según el Catastro de Ensenada (1752), la Dehesa contaba con 20.000 encinas, 14.000 quejigos, 7.000 alcornoques y 5.000 robles., en un total de poco más de 10.000 fanegas incultas. Algún viajero de la época nos da fiel testimonio de la paisaje. El ilustrado español Antonio Ponz describe en 1794 en su Viaje por España “son las Puertas de Zafarraya unos tajos y angosturas en lo alto del puerto, o ramal de dicha Sierra Texeda. Por allí se entra para atravesar una gran dehesa de robles, encinas y abundantes pastos”·. En 1809 el inglés William Jacob describe “cuando habíamos llegado al punto más alto de la subida, el paisaje nos recordaba al de Inglaterra, por el verdor de sus campos y las abundantes encinas y alcornocales”.
Desde este momento, se inicia un litigio por la Dehesa entre los intereses ganaderos, representados por Alhama, y los agrarios, de los nuevos roturadores originarios de Alfarnate y otras poblaciones malagueñas. En el año 1795 el rey Carlos IV les concede a los rompedores-labradores el aprovechamiento agrícola de la tierra a cambio del pago de una renta a Alhama y Vélez y se realiza el primer repartimiento o adjudicación de suertes. A partir de este hecho, roturaciones y colonizaciones se aceleran.
Para estas fechas ya se habían configurado dos núcleos de población: uno en la pedriza que dominaba el Llano y que pasó a llamarse Calar del Rey, con labradores mayoritariamente de Alfarnate y otro en la parte septentrional, donde los alhameños concentraban el ganado aprovechando la solana: las Chozas del Almendral.
Con el reconocimiento real de 1795 se inician las roturaciones más importantes de la Dehesa y el inicio de un nuevo litigio con Alhama, esta vez por los terrenos de Júrtiga y sierra de Loja.
En 1801 el obispado de Málaga comunicaba al cabildo catedralicio de Málaga el deseo de erigir dos basílicas en lo que fue la Dehesa de Zafarraya, por petición de los nuevos pobladores, incorporados hasta entonces a la parroquia de Alfarnate.
En 1815, por una real cédula de Fernando VII, de 11 de octubre de 1815, se declaraba a Zafarraya como villa independiente y se le ordenaba crear Ayuntamiento. A partir de aquí se inicia un duro enfrentamiento con la vecina Alhama por el deslinde y aprovechamiento de Júrtiga y la sierra de Loja, que después de sangrientos enfrentamientos quedarán bajo la jurisdicción de la nueva población de Zafarraya como terrenos del Común. De los conflictos con Alhama el periódico “El Espectador” narra en agosto de 1821 “he sabido con el mayor dolor que la gente de Alhama, capitaneada por individuos de su Ayuntamiento ha entrado a sangre y fuego en el llano de Zafarraya e incendiado no solo las mieses, parvas carretas y árboles, sino también poniendo fuego a la población llamada Chozas del Almendral, sin perdonar ni la inocencia de los niños, ni las canas de los ancianos, ni la debilidad del bello sexo, ni aun los clamores de los desgraciados enfermos e impedidos que allí perecieron”.
En 1850 , a petición de Zafarraya Isabel II accede a segregar a la villa a efectos administrativos y de juzgados de Alhama, quedando agregada a Loja. En 1871, después de 40 años de infructuosos intentos, se llega al primer acuerdo de deslinde del término de Zafarraya con Alhama.
De los cambios acaecidos en estos años nos da cuenta el escritor inglés Samuel Edward Widdrington, que viajó por aquí en 1829 y 1843 “las casas y los cultivos del campo han mejorado en todos los aspectos, durante los escasos años transcurridos desde que pasé por este lugar; y el aspecto de sus habitantes, que entonces era tremendamente lúgubre. El valle se encuentra fabulosamente irrigado; y los labriegos, atareados con sus cultivos de primavera: batatas y hortalizas y maíz, con escaso espacio dedicado al trigo y cebada. Antaño había un pequeño espacio de bosque milenario en la falda de la montaña, del cual, el doctor Daubeny apreciaba la existencia de especies botánicas, pero toda había desaparecido, pues se había puesto todo en cultivo”.
En aquellos años finales de la década de 1870 Zafarraya era el pueblo más pujante y emprendedor de toda la comarca y se convertía, en menos de una centuria, en el segundo más importante después de Alhama, llegando a más de 3100 habitantes a finales de siglo, lo que obligó en 1878 a construir un nuevo cementerio y a establecer una feria para el ganado los días 20, 21 y 22 de septiembre.