En este momento histórico que atravesamos, retrotraidos a la más rancia e hipócrita situación social vivida en nuestro país desde hace ya muchos años, donde si no tienes un buen apadrinamiento no tienes futuro, donde si no tienes fluidez económica no hay preparación académica, donde si no tienes preparación profesional no tienes trabajo, donde la falta de trabajo te impide tener futuro, etc., estamos a merced de ese dedo totalmente tonto que es el que indica que aquel o aquella sí puede trabajar, pero que sin embargo, tú no eres merecedor de tan alto honor, porque no votaste correctamente en las elecciones democráticas de nuestro país.
Hay unas terminaciones nerviosas que tienen el peculiar nombre de discos de Merkel, aunque nada tengan que ver con Angela en principio, que son unos mecanorreceptores encargados de proporcionar información al cerebro. Esta información tiene que ver con la presión y con la textura, que curioso. Parece que el nombre germano ya lleva implícito el cerebro, la información, la presión y por extensión el dedo. Ese tan denostado dedo por unos y alabado por otros, sigue estando tan vigente como siempre, según la información que se le dé y la presión que reciba, hará de la vida del señalado un paraíso o un infierno.
Sin embargo, es la cefalización del sistema nervioso, la que dirige la extremidad de la mano que tanta controversia crea. Este imprescindible órgano a veces está sobreestimado. Tenemos grandes ejemplos en la historia de la humanidad de esta sobrevaloración que luego habría de llevar a la miseria, a la guerra o al más absoluto infortunio a millones de personas en distintas épocas y distintos lugares del mundo.
Un dedo quizás no tan bobo, es el instrumento adecuado para dar un poder sin parangón a descerebrados que arruinan la vida de los pueblos.
Allá por el año 423 a.c. el dramaturgo griego Aristófanes mostró su animadversión hacia Sócrates a través de su obra “Las nubes”, siendo el primero en mostrar el dedo corazón como símbolo de desprecio, así que si notamos que el dedo índice tiene demasiado protagonismo, podemos recurrir a este otro para manifestar nuestra disconformidad y nuestro rechazo, a ese dedo tonto que dice ampararse en la ley.