No se imaginaba Manuel de Espinosa, allá por 1761 en la primera mención que se conoce, que algo más de doscientos cincuenta años después, una guapa cantaora le iba a poner letra a su Marcha de granaderos.
No es porque no lo hayan intentado en multitud de ocasiones, que han sido muchas.
Desde Ventura de la Vega en 1843, hasta Paulino Cubero, a instancia del Comité Olímpico Español en 2007, pasando por Bartolomé Pérez de las Casas en 1908, Eduardo Marquina en 1909, José María Pemán en 1928… y una larga lista de desatinos a cual más estrafalario.
La también llamada Marcha Real, ya que sólo se tocaba en actos reales, nunca ha tenido letra, ni falta que le hace.
El aprovechamiento que se ha hecho de ella a lo largo de la historia, la ha llevado a un estado de menesterosidad de afecto por parte del pueblo español, que ha visto reflejada en sus notas toda la hagiografía de los indulgentes gobernantes patrios.
Quizás ha pensado Marta Sánchez, que si el gran Miguel Ríos puso letra al Himno de la Alegría, ella podía hacer otro tanto con el himno de España, porque si ya hizo patria en 1990 en el Golfo Pérsico cantando para los soldados allí destinados, puede seguir “ayudando” a este país en tan honrosa misión de poner, de una santa vez, verso a la melodía tan conocida y tarareada, por todos.
Este arranque de amor por su país no tendría ninguna importancia, si no fuera porque la ex de Olé Olé, no puede haber un nombre más apropiado, no vive en su amada patria, su residencia la tiene en Miami, supongo que sus intereses fiscales también han de estar allí.
La inmersión de Marta Sánchez en este berenjenal, puede tener varios motivos: la falta de un nuevo trabajo, el poco impacto de su persona en la vida pública-musical en su/nuestro país, la aspiración de un impulso a su carrera, etc.
Así las cosas, hoy no se habla de otra cosa que no sea el canto melódico de una marcha, que no representa a casi nadie, menos aún a los que han tenido que emigrar por falta de recursos en este país y que no se sienten identificados con esa letra ñoña e infantil.
Allá, en la Florida, la reina del pop ibérico ha tenido que pensar igual que Antonio Molina:
“Ay, ay, ay voy a morirme de pena viviendo tan lejos de tí”.