Veo a James Dean contemplar como emana petróleo de la tierra y como el oro negro le hace rico. Ahí se queda la visión bucólica del petróleo, si eso es posible, porque fuera de la ficción, ya en Asiria y Babilonia se utilizaba ese pegajoso mejunje, para pegar ladrillos y piedras. Mucho ha cambiado la historia desde entonces y la historia del petróleo aún más.
Sin embargo lo que más me preocupa son los efectos que los derivados del petróleo parecen provocar en algunas personas en contacto directo con los carburantes. Esos efectos secundarios hacen de esa persona aparentemente normal, a alguien que pierde por completo el control de su intelecto, por supuesto si ese fuese el caso.
El estar expuesto, durante un largo periodo de tiempo, al continuo efluvio de los gases que emiten los derivados del preciado líquido negro, parece ser que afecta en gran medida a que las neuronas de la persona afectada por el contacto con estos vapores nocivos, se atrofien, y la inteligencia o al menos la coherencia, se vean mermadas hasta una situación alarmante.
Según estudios recientes, la persona aquejada de este continuo respirar letal, le lleva a las más dispares, y disparatadas, situaciones. Lo que en principio pudiera parecer una desinhibición de las cuerdas vocales, se traduce en una falta total de recursos para expresar un miedo constante hacia lo desconocido, lo que le lleva a ese estado deslenguado que sufren los que, por algún misterio de la naturaleza, en ese momento topan con el inhalador.
La intoxicación puede llegar a poner en peligro, no solo a la persona que está en contacto directo con el vaho contaminante, sino a toda una comunidad, puesto que al tener distorsiones cognitivas de la situación real, hace del intoxicado una persona ponzoñosa y altamente contagiosa.
En ese estado de enajenación petrolífera, el individuo saturado de fluidos vaporosos, recurre a foros virtuales para expandir su malestar y su estado de vesania descontrolada. No obstante, el pobre iluso envenenado, no quiere que su mal sea de dominio público. Los motivos de tal actitud pueden ser varios, a saber: puede que no esté convencido de que lo que dice o hace sea moralmente aceptable; quizás el miedo a delatar su identidad, pueda hacerle parecer impresentable; o tal vez sea solo la malignidad personificada, lo que nos llevaría a algo más grave que una lamentable intoxicación.
A los malos efluvios que desprenden ciertos gases me quiero aferrar, para dar un poco de lógica a tan aberrante disquisición dirigida a la población inmigrante que últimamente asolan los foros y mentideros virtuales.
La foto es de Flickr.