Dicen que no se puede hablar o actuar en caliente, ya se sabe, cuándo se puede decir algo que quizás no es correcto y se puede dañar a alguien, en ese momento es mejor guardar silencio.
Pero cuando se piensa y se razona la situación, el comentario o la actuación, ya nos podemos permitir el lujo de hablar, o escribir como en este caso.
Hay situaciones dantescas que no se pueden tolerar, pero la educación es sabia y espera.
También hay actos patéticos a los que necesariamente se intenta eludir por vergüenza ajena, ya que no se puede evitar sentir una amalgama de sentimientos contradictorios, que no solucionan nada.
También sabemos que las peores acciones son las que se hacen en provecho propio y además utilizando a otras personas que no son conscientes de la manipulación a la que son sometidas, al menos quiero creer eso.
Si además la declaración se hace desde la distancia y a través de un comunicado, no da ningún derecho a pedir apoyo o rehuir responsabilidades, porque cuando una persona tiene cargo público, su deber es la prudencia y la moderación, en sus actos y en sus palabras.
He hablado en muchas ocasiones del compromiso de un político, de la importancia del contacto directo con las personas a las que representa, ya sean o no sus votantes, el color político acaba cuando se represente al conjunto de una comunidad.
También he hablado de la importancia de la información. El mensaje que se recibe a través de algún medio no muy fiable, llega a confundir y a crear rencores sin fundamento.
Por eso cuando se le da más credibilidad a una persona, que lo único que hace es verter odio valiéndose de su siempre ausente presencia, sin contrastar la veracidad de sus palabras, estamos condenados a no entendernos, y ese es su objetivo: el fomento de una fobia irracional.
Hay muchos conceptos para definir una relación armoniosa, como por ejemplo la cordialidad, la armonía, el consenso, la amistad, la fraternidad, la unión, la paz… La Concordia.