Liang paseaba por un camino hermoso, de frente y sin preocupaciones, sólo las propias de un niño de nueve años, felíz y despreocupado... como debe de ser.
De repente se atraviesa en el camino un muro, un muro que se veía tan grueso y que no le dejaba continuar hacia adelante, parecía no haber más camino tras él... aquí acababa su paseo.
No es un cuento y ojalá lo fuera, es la historia real de un niño llamado Liang, conocida por muchos pero que yo desconocía y quiero plasmarla aquí como mi particular forma de homenajearle porque aunque ya no esté... su nombre y su historia quedará por siempre.
A Liang Yaoyi, de China, le fué diagnosticado un tumor cerebral con sólo nueve añitos de edad, los médicos dijeron que no tenía cura, lo único que podían hacer era que sufriese lo menos posible. El niño, que había leido en un libro escolar sobre la donación de órganos decidió que quería seguir vivo a través de otras personas. Dijo:
"Hay mucha gente que hacen cosas realmente grandes en el mundo, ellos son grandes y yo también quiero serlo".
Cuándo yo leí esto pensé de él: No hay un héroe más héroe que tú.
A la edad de once años murió y su deseo se cumplió. Siguió vivo a través de otras personas.
En su camino se atravesó demasiado pronto el muro de la muerte, pero él destruyó los muros de otras personas... cuándo no había esperanza para él, él decidió que sí la hubiera para otros.
La foto de los médicos haciéndole una reverencia al cuerpo sin vida dió la vuelta al mundo.
Cuántas lecciones nos dió este niño, asumió y se enfrentó, y tomó una decisión que sin duda lo hizo grande, siendo tan pequeño.
Y nos hace ver la importancia de la donación de órganos, pensar que cuándo ya no estés en este mundo haya alguien que sí lo esté gracias a tí, te hace ser grande como Liang y te hace además, para quién lleve parte de tí... no haber un héroe más héroe que tú.
Porque hoy puedes plantearte ser donante... pués mañana puedes ser tú el receptor.